“Siempre pensé que la primera fila de un desfile de moda era un derecho de nacimiento… hasta que me di cuenta de que mi único linaje era el de una chica con demasiado acceso a revistas y un delirio inquebrantable.”
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Ahí estaba yo, con gafas de sol más grandes que mi cuenta bancaria, deslizándome entre editores de verdad, con la confianza de alguien cuyo nombre estaba impreso en el asiento reservado junto a Anna Wintour. (Spoiler: no lo estaba). Pero en la moda, la realidad es solo un accesorio más. Así que crucé las piernas, pedí un espresso que nadie me ofreció y observé la pasarela como si estuviera tomando notas para mi próxima columna de Vogue.
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Por un instante, fui The Vogue’s Daughter, la heredera del chic absoluto. Hasta que una asistente de producción me susurró: “Este asiento es para alguien más.” Pero incluso mientras me deslizaba hacia la parte trasera del venue—con la gracia de una emperatriz exiliada—lo supe: delusion is a lifestyle, darling. Y hoy, la moda fue mi escenario.
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Hasta la próxima fila —reservada o no.
Sinceramente,
The Vogue´s Daughter
XOXO.
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